Vasos para la gloria del Señor
Vasos para la gloria del Señor
P Por Jack Fleming
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Jueces Capítulo 6: «Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de El Señor, y El Señor los entregó en mano de Madián, y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes. Cuando los hijos de Israel clamaron al Señor, a causa de los madianitas, El Señor envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les dijo: Así ha dicho El Señor Dios de Israel: Yo os hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre, os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron, y os dije: Yo soy El Señor vuestro Dios, no temáis a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, pero no habéis obedecido a mi voz. Y vino el Ángel de El Señor y le dijo a Gedeón: El Señor está contigo.

Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre, y yo el menor en la casa de mi padre. El Señor le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas. Aconteció que la misma noche le dijo El Señor: derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él, y edifica altar a El Señor tu Dios. Y Gedeón hizo conforme a lo que el Señor mandó. Entonces el Espíritu de El Señor vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, el pueblo se reunió con él.

Y Gedeón dijo a Dios: Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, yo pondré un vellón de lana en la era, y si el rocío estuviere en el vellón solamente, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano. Y aconteció así. Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí, solamente probaré otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra, y Dios lo hizo así, solo el vellón quedó seco. Entonces Gedeón preparó al pueblo para la batalla. El Señor dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho, no sea que se alabe Israel diciendo: Mi mano me ha salvado. Ahora haz pregonar: Quién tema y se estremezca madrugue y devuélvase. Y se devolvieron 22mil y quedaron 10mil.

Y El Señor dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo. Cualquiera que lamiere el agua con su lengua, a aquél pondrás aparte. Y fue el número de los que lamieron el agua con la mano a su boca, 300 hombres. Y repartiendo los 300 hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros con antorchas ardiendo dentro de los cántaros. Y los 3 escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada del Señor y de Gedeón! Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento, entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo, y El Señor puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento«.

Para la exposición de este mensaje: «Vasos para la gloria del Señor», he querido presentar un extenso pasaje de las Sagradas Escrituras, para que todos, incluyendo aquellos que no están familiarizados con este relato bíblico, puedan comprender sin dificultad de qué estoy hablando.

Para llegar a ser vasos para la gloria del Señor, existen siete pasos que se destacan nítidamente en la experiencia de Gedeón: 1.- La humillación. 2.- Santificación en el corazón y en el hogar. 3.- Llenos del Espíritu Santo y reconocidos por el pueblo de Dios. 4.- Estar seguros de cuál es nuestro don y nuestra misión. 5.- El poder de Dios se perfecciona en la debilidad. 6.- El quebrantamiento. 7.- Permanecer firmes.

I. La humillación. El primer paso para tener una vida espiritual victoriosa y llegar a ser verdaderos vasos para la gloria del Señor, es la humillación. Cuando Dios escogió a Gedeón, y aquí vale una breve consideración, no fue el pastor ni la congregación o algún grupo de selectos ancianos u obispos, quien lo escogió, sino que fue Dios. Solamente el dueño del rebaño tiene legítima autoridad para nombrar los pastores y a escoger sus ovejas. No son las ovejas que tienen esa responsabilidad, eso es algo que le corresponde exclusivamente al dueño del rebaño.

Cuando Dios escogió a Gedeón, él no dijo: «Qué sabio es Dios que me escogió a mí, porque soy el más capacitado y valiente de todos», por el contrario, se humilló en la presencia del Señor. No fue una falsa modestia, algo muy común en el corazón del hombre; acostumbramos hablar muy mal de nosotros mismos cuando oramos públicamente, pero cuando nos toca actuar y convivir con nuestros hermanos en diversas tareas, nos enojamos muy rápidamente porque pensamos que solamente nosotros podemos hacer las cosas bien.

En Gedeón vemos una humillación sincera: ¿cómo podré yo hacer esto, cuando soy el menos capacitado, el más insignificante de todos? Pero precisamente por eso lo había escogido el Señor.

No olvidemos lo que dice en 1 Corintios 1:26 «Mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, a fin de que nadie se jacte en su presencia».

En una oportunidad visité una iglesia, y un hermano para interesarme dijo: «En esta iglesia casi todos son profesionales, gente importante, no es como las otras iglesias evangélicas». Inmediatamente pensé en este versículo, y efectivamente muy pronto me percaté que no era como las otras iglesias.

El Señor dice: «cualquiera que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido». Esta fue la experiencia de Gedeón para llegar a ser un vaso para la gloria del Señor, comenzó humillándose.

II. Santificación en el corazón y en el hogar. Dios ordenó a Gedeón quitar todos los ídolos en su hogar, ordenar su casa. Porque el que no sabe gobernar su propia casa ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? En 1 Timoteo 3:4 dice: «que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad».

Dios le ordenó primeramente quitar todos los ídolos de su hogar. Es muy triste ver hogares de quienes se dicen creyentes, pero que exhiben sin ninguna vergüenza sus ídolos. Escuchando música de esa del mundo, cuyos ritmos sensuales y letras ofenden a Dios. La Televisión que no la apagan ni para recibir a las visitas, el football, la política, los programas de chisme. Cuelgan en sus paredes fotos de los ídolos de la canción, ídolos del deporte, ídolos de la política, cuando en la casa de un creyente deberían estar los textos de la Palabra de Dios. Tampoco sueltan sus celulares pues quizás se pierden de algún video de aquellos que llaman virales, o alguna notificación en sus redes sociales.

Purifiquemos y santifiquemos nuestros corazones, porque de la abundancia del corazón habla la boca. Donde mejor reflejamos lo que realmente somos, no es en la iglesia, porque allí es muy fácil ser cristiano y comportarse como tal, nuestra verdadera personalidad es la que reflejamos en nuestro hogar.

III. Llenos del Espíritu Santo y reconocidos por el pueblo de Dios. Después que Gedeón purificó su vida y su hogar, dice: «ENTONCES el Espíritu del Señor vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, el pueblo se reunió con él».

Esta fue la experiencia que vemos también en la iglesia apostólica cuando buscaron siete hermanos para servir a las mesas. Oraron al Señor y ubicaron siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y toda la iglesia les reconoció como siervos del Señor.

Cuando un hermano es lleno del Espíritu Santo y apartado por Dios para servirle, toda la iglesia lo reconoce. Y hay gran gozo porque la bendición de Dios se extiende sobre toda la congregación.

Esto vale para reconocer a un predicador, un maestro de la palabra, uno que visita a los enfermos y a los que se han ausentado de la iglesia, al que se especializa en el evangelismo, a los encargados de las mesas, etc. Cada una de las funciones dentro de la iglesia requieren del mismo cuidado y reconocimiento de la congregación.

No se trata que la iglesia «elige» y menos aún como se acostumbra en muchos lugares cada año: «se reparten los cargos», sino que simplemente la iglesia debe reconocer a los que sirven, cualquiera sea su don.

En algunas iglesias donde su nivel espiritual es muy bajo y carecen de discernimiento espiritual, necesitan que «los encargados» les indiquen cuales son los que ellos escogieron para tal o cual labor, porque la congregación por sí misma no tiene la capacidad para reconocerlos, o simplemente porque los «nominados» carecen de los atributos elementales que los distinga.

Esta situación de infantilismo espiritual me hace pensar, considerando que el Señor dice que la iglesia es un cuerpo donde cada miembro tiene una función determinada (1 Corintios 12), que es una condición similar a cuando se le enseña a un niño indicándole con el dedo: «este es el ojo» «este es el oído» «esta es la boca» etc. Cuando una iglesia necesita que «algunos encargados» les digan quien es boca y quien es ojo o mano, es porque algo anda muy mal en ella.

IV. Estar seguros de cuál es nuestro don y nuestra misión. Gedeón oró intensamente al Señor y buscó una confirmación de Dios por medio del vellón de lana. No se dejó guiar por sueños, visiones ni sugerencias de hombres; solamente demandó la corroboración del Señor, y para eso pidió una señal que fuese confirmada dos veces para no admitir posibilidad a equivocaciones.

Antes de servir al Señor, hemos de estar seguros cual es nuestro don y nuestra responsabilidad que él nos ha encomendado, porque de lo contrario ¿qué clase de soldados seremos? Sin saber cuál arma hemos de emplear, hacia donde debemos ir ni cual es nuestra compañía. Seríamos más bien un estorbo que una bendición.

¿Cuándo Dios nos entrega nuestro don? Es muy triste ver hermanos y hermanas que llevan años en el Señor y aún no saben cuál es su don. Se han conformado con solo asistir a las reuniones al igual que el católico que va a misa. ¿Será porque aún no reciben el don?

En Gálatas 1:15 el apóstol Pablo nos dice cuando Dios le entregó el don para ser apóstol de los gentiles: «Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles».

Aquí vemos que ese don le fue otorgado aún antes de nacer. Lo mismo asegura el profeta Jeremías. Jeremías 1:5 «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifique, te di por profeta a las naciones».

A la luz de la Biblia es evidente que recibimos el don aún antes de nacer, y esto no debe maravillarnos, porque Dios nos dice en Efesios 1:4 «Nos escogió en él antes de la fundación del mundo». Y en el contexto nos confirma lo mismo en relación con nuestro don y las obras que él nos preparó antes que el mundo fuese. Efesios 2:10 «somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas».

Hermano, hermana, si aún no conoce cuál es su don, haga lo mismo que Pablo cuando recibió al Señor como su Salvador. Hechos 9:6 «Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?» Es lo mismo que debe hacer usted.

V. El poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Gedeón iba a enfrentar a un poderoso enemigo. Calculan los estudiosos que el ejército de los madianitas eran como 200 mil hombres y el israelita de 32 mil, pero aún así Dios consideró que eran muchos e hizo pregonar: «Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase, y se devolvieron 22 mil».

Quedaron solamente 10 mil, pero el Señor dijo que aún era mucho el pueblo, no sea que Israel se alabe diciendo: Mi mano me ha salvado. Y Dios redujo el ejército a solo 300 hombres. Imposible que solo 300 hombres pudieran vencer a 200 mil, pero el poder de Dios se manifiesta cuando somos débiles.

VI. El quebrantamiento. Dios ordenó a Gedeón dividirse en tres escuadrones y enfrentarlos en la oscuridad de la noche con antorchas encendidas, cubiertas con cántaros de greda para ocultar la luz de las teas ardiendo y aguardar la señal de su capitán.

A la señal de Gedeón, debían quebrar los cántaros y levantar las antorchas. El resultado fue que los madianitas huyeron aterrados y Dios puso la espada de cada uno contra su compañero. Tal fue el miedo que provocó el toque de trompetas y las luces en medio de la oscuridad, que se mataban entre ellos mismos.

En 2 Corintios 4 Dios nos dice que nosotros somos como vasos de barro, teniendo en nuestro interior un gran tesoro, el Espíritu Santo, y que Dios quiere que la luz del evangelio y de nuestra santidad resplandezca para Su Gloria.

En Juan 12 nos relata que María quebró un frasco de perfume y ungió los pies del Señor, y la casa se llenó del olor del perfume. La lección es clara, cuando un cristiano es quebrantado, hay luz que emana desde su interior donde está el Espíritu Santo. Sale perfume de olor grato al Señor, pero aterra al príncipe de las tinieblas y a sus seguidores.

Cuando un inconverso es quebrantado, sale olor de muerte, solo quejas y blasfemias contra Dios. Pero cuando un creyente es quebrantado como esos cántaros de Gedeón, la luz gloriosa del Espíritu Santo brillará con mayor intensidad en medio de las tinieblas de este mundo.

VII. Permanecer firmes. Para obtener la victoria, no era suficiente cumplir con todos los pasos previos, era necesario que estos valientes del ejército del Señor se mantuvieran firmes en sus puestos.

De nada servirá toda la preparación si en el momento de la prueba no nos mantenemos firmes cada uno en nuestros puestos. ¿Queremos ser vasos para la gloria del Señor?

Comencemos humillándonos, santifiquemos nuestras vidas y nuestros hogares, seamos llenos del Espíritu Santo y reconocidos por la congregación, entendamos que el poder del Señor se perfecciona en la debilidad, que el quebrantamiento es necesario para que brille la luz del Espíritu Santo que mora en nosotros, y en el momento de la prueba mantengámonos firmes en nuestros puestos. Que así sea.

Fuente: descargahimnoscristianos